Por: Rodolfo Valderrama
Una de las enseñanzas de esta pandemia o mejor un –recorderis-, es la importancia del Estado, especialmente cuando se presentan profundas crisis económicas, pues es el único capaz de otorgar ayudas efectivas a varios sectores, asunto que ningún ente privado por poderoso que sea las realizaría; en muchas crisis generales o sectoriales lo hemos verificado, es el caso de lo ocurrido durante la Gran Depresión de la década de 1930, o el evento de Colombia hace 20 años con la ayuda oficial al sector financiero mediante el dos por mil, luego elevado al cuatro por mil. Teniendo en cuenta que en la actual crisis pocos son los sectores que han salido favorecidos, es razonable que la mayor parte de empresas y organizaciones estén solicitando ayudas, bajo varias modalidades, sin embargo en algunos casos esto representa una afrenta dado que son sectores que han tenido bonanza, durante muchos años y gozado de especial protección oficial.
La situación de la Dimayor y universidades privadas son dos casos que corresponden a la última descripción; en el primero, la entidad rectora ha usufructuado los recursos por más de 70 años actuando como un Estado independiente, directivos y accionistas han recibido jugosos salarios y acumulado patrimonio, han mantenido gran poder sobre la administración de sus bienes, a tal punto que han ocasionado escándolos por actos de corrupción, como ocurrió con la reventa de boletas para un mundial, por tanto es absurdo que estén solicitando ayudas estatales. En el caso de las universidades privadas, tenemos que su expansión ha sido gigantesca en los últimos 50 años, favorecido por lento crecimiento de la universidad pública, alta demanda por cupos y virtualidad, pago uniforme a profesores como si no tuvieran experiencia, en su mayoría de cátedra, altos emolumentos para propietarios y directivos, etc., además preocupados por su crecimiento, no por la calidad ni la alta desocupación de los egresados, a tal punto que antes de la pandemia se perfilaba una crisis; sin desconocer la importancia de la educación, no se ha tenido en cuenta que educación sin oportunidades es frustración.
Universidades como la Cooperativa, Santo Tomás o la Católica, que se iniciaron en una casa arrendada o transformaron sus colegios en centros de educación superior, hoy tienen sedes propias en 10 o 20 ciudades y número de estudiantes superior a la Universidad Nacional de Colombia; entonces deberían preocuparse más por reformas internas como reducción de sus emolumentos o des-acumulación de activos, ya que no constituyeron fondos o reservas, y no por pedir donaciones o auxilios oficiales reduciendo recursos del Estado en momentos en que no todos los sectores que ameritan ayuda urgente la van a lograr.
rodovaldi@hotmail.com
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